Dudas razonables

Blog de Andrea Levy Soler

Las dos peligrosas almas de Podemos (publicado en El Mundo el 7/11/2018)

Resulta llamativo que de forma mayoritaria la opinión pública tenga interiorizado que en Podemos conviven dos almas enfrentadas, representadas por dos de sus fundadores, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias. Esta discrepancia podría ser parte de una estrategia para ampliar el espectro político, o el resultado de dos formas distintas de entender el poder. Esta aparente transformación política podría ser una táctica para huir de la imagen de radicalidad que generaba cierta inquietud y, por qué no decirlo, miedo en la sociedad de aquel Podemos de las elecciones europeas de 2014 que la institucionalización ideológica, comunicativa e incluso estética de parte de la formación morada no ha conseguido borrar, o no es más que el resultado de la tensión existente entre las cosmovisiones contrapuestas de los dos líderes de Podemos. Estas explicaciones no tienen que ser necesariamente contradictorias, hoy en Podemos conviven dos almas.

Por un lado Pablo Iglesias, un gramsciano que reconoce que su ideario está fuertemente condicionado por el troskismo y el marxismo, y por el otro Iñigo Errejón, el alumno disciplinado de la escuela política de Ernesto Laclau y su populismo politológico. Una ideología maximizadora en cuyo espejo refleja la idealización del peronismo argentino. Solo desde esta perspectiva populista entenderemos esta dicotomía. La agresividad de uno, convive con la estudiada suavidad en las apariciones del otro. Los discursos excluyentes de Iglesias se dan la mano con los llamamientos a la transversalidad de Errejón. No es tanto una forma de madurez política sino los principios asentados por el populismo lacluiano cuyo mayor reto en la actualidad consiste en conquistar una falsa centralidad política. Así se pone de manifiesto en una reciente entrevista realizada a Iñigo Errejón por la revista chilena The Clinic, que nos permite observar con más claridad sus verdaderos pensamientos y por extensión su pretendida implementación en la Comunidad de Madrid en la que se presentará como candidato este próximo mes de mayo.
Mientras Pablo Iglesias defiende una ideología concreta y espera ganar adeptos que compartan su misma visión, Errejón prefiere esconder sus postulados para disfrazar su discurso bajo un manto de transversalidad y buenismo capaz de aglutinar sensibilidades diferentes. Y es que entiende que parcelando el terreno de juego político jamás podrán alcanzar el poder, por lo que apuesta por una falsa heterogeneidad que amplíe su base electoral y, por tanto, sus opciones políticas. De ahí el continuo llamamiento a la pluralidad como elemento agregador. Así se explica que en la entrevista afirme que huye del uso del concepto izquierda llegando incluso a negar que quiera «construir un gobierno de izquierdas en España». De ahí que sus tres pilares básicos sean la estabilidad, el orden y la seguridad. Orwell o Bauman ya hacían referencia a estos conceptos recordando que la politización de la seguridad y el orden juegan un papel trascendental en el control de las sociedades modernas. Lejos de lo que pudiera parecer, para este líder de Podemos la idea de preservar un orden social y una seguridad no es algo conservador, sino que se trata de implementar el concepto de populismo punitivo que fundamenta su estrategia en la creación artificial de inseguridades y miedos que justifiquen la lucha contra un enemigo real o imaginario. Un populismo político que requiere de una polarización dicotómica y divisoria asentada en el campo de los sentimientos.

Ambos comparten su crítica al liberalismo pero Errejón la realiza desde una perspectiva emocional y no racional. De hecho le reconoce ciertas bondades irrebatibles al sistema, por lo que solamente puede argumentar que «el liberalismo ha destruido sentimientos de pertenencia y las estructuras de solidaridad». El problema de los sentimientos es que siempre son subjetivos, menos para quien como él pretende colectivizarlos para hacer de ello un arma política de confrontación. Además vuelve al discurso binario que enfrenta a los de abajo con los de arriba y a la búsqueda de culpables fácilmente reconocibles, en este caso, en alusión constante a los banqueros como culpables de todos los grandes males. Sorprende esta recuperada alusión, cuando en el escenario socio-económico actual en clara mejoría no parece que tenga de nuevo encaje el discurso de la España gris y triste sobre la que Podemos construyó su rédito electoral en el 2015.

Otro de los elementos que resalta es la disputa por la hegemonía cultural. Para ello, defiende «la necesidad de disputar la verdad y mantener una lucha cultural constante». No deja de ser otra de las máximas laclauianas consistente en reescribir la identidad nacional, asemejándola a sus propios postulados. Cabe recordar que los líderes de Podemos nunca se han sentido cómodos a la hora de hablar de España ni han configurado un modelo territorial claro, prueba de ello es la crisis interna que vive de su partido en Cataluña.
A estas alturas no quedan muchas dudas que Errejón, desde hace años, se ha esforzado en vestirse con un disfraz moderado bajo cuyo manto de centralidad se encuentra un populismo político que sólo aspira a conquistar el poder para aplicar un modelo de Estado que no difiere un ápice del de Pablo Iglesias. Sólo así se pueden entender la coincidencia de sus posicionamientos acerca de la política latinoamericana y sus indignantes respuestas sobre Venezuela y en defensa del sátrapa Nicolás Maduro. No puede olvidarse que ambos han sido invitados habituales de los gobiernos de Chávez. Sólo así se entiende que, en la entrevista referida, afirme que en Venezuela «se respetan los derechos y libertades de la oposición», que «la gente hace tres comidas al día» o que el chavismo «ha conseguido inmensos avances». Una demostración de insensibilidad que pone en duda su capacidad para empatizar con los ciudadanos que peor lo están pasando y que debería incluso incapacitar su pretensión de querer gobernar para el interés general, ya que con estas afirmaciones da la espalda a aquellos que en su objetivo político no son más que algo insustancial. La realidad es que el experimento populista comenzó en América Latina apoyado por el entorno universitario del que fue germen Podemos, el llamado Clan de Somosaguas. Con estas palabras no hace otra cosa que celebrar el triunfo del modelo del que ha sido colaborador, y, lo que es más preocupante, anticipar su proyecto político para Madrid, que en definitiva es fruto del aprendizaje adquirido en su experiencia venezolana. Un proyecto en el que las dos almas de Podemos se dan la mano. Por ello, lejos de caer en el espejismo de que existe un Podemos moderado, hay que estar alerta desde el liberalismo político para combatir la peligrosa aceptación de estas tesis, que como en Venezuela, solo han dejado padecimiento social y menoscabo de derechos y libertades.

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Esta entrada fue publicada en 17 noviembre, 2018 por .